La contaminación atmosférica no es la única que tiene efectos
perjudiciales para los seres vivos del planeta. La contaminación acústica,
según la Organización Mundial de la Salud (OMS), es uno de los factores
ambientales que provoca más problemas de salud. Solo en Europa, según la
Agencia Europa del Medio Ambiente (AEMA), causa al año 16.600 muertes
prematuras y más de 72.000 hospitalizaciones.
Un conductor apretando el claxon de su coche, un grupo de obreros taladrando el suelo, un avión sobrevolando el cielo... Ruido, ruido y más ruido. Las ciudades se han convertido en el epicentro de un tipo de contaminación, la acústica, que, pese a su invisibilidad y a que la crisis del coronavirus la ha reducido hasta el punto de casi añorarla, es terriblemente perjudicial para los humanos. En ese sentido, un dato que da buena muestra de ello: solo en Europa, según datos de la Agencia Europea del Medio Ambiente (AEMA), el ruido causa 72.000 hospitalizaciones y 16.600 muertes prematuras.
Si es perjudicial para los humanos, también lo es para los animales. Según el servicio de Parques Nacionales de Estados Unidos (NPS), la contaminación acústica tiene un gran impacto ambiental y notables efectos adversos en la vida salvaje. De hecho, según los expertos, el ruido puede perturbar los patrones de reproducción, de amamantamiento e, incluso, contribuir a la extinción de algunas especies.
CONTAMINACIÓN ACÚSTICA
No todo sonido
es considerado contaminación sonora. La
Organización Mundial de la Salud (OMS) define como ruido cualquier sonido
superior a 65 decibelios (dB). En concreto, dicho ruido se
vuelve dañino si supera los 75 dB y doloroso a partir de los 120 db. En
consecuencia, este estamento recomienda
no superar los 65 dB durante el día e indica que para que el
sueño sea reparador el ruido ambiente nocturno no debe exceder los 30 dB.
La
contaminación acústica puede proceder de múltiples fuentes, pero a continuación
repasamos las principales:
Tráfico automovilístico
El principal foco de ruido en las ciudades es el generado por los automóviles. Por ejemplo, el claxon de un coche produce 90 db y el de un autobús 100 dB.
Tráfico aéreo
El número de aviones que sobrevuelan una ciudad es inferior al de coches, pero su impacto es mayor: uno de estos aparatos produce 130 db.
Obras de construcción
La construcción de un nuevo edificio, un nuevo parking o el reasfaltado de una acera provoca ruido. Por ejemplo, un martillo neumático suena a 110 dB.
Restauración y ocio nocturno
Los bares, los restaurantes y las terrazas que se montan en el exterior cuando llega el buen tiempo pueden llegar a superar los 110 dB. En este apartado también entraría el ruido de pubs y discotecas.
Animales
El ruido que generan los animales puede pasar desapercibido, pero los ladridos y aullidos de un perro, por ejemplo, pueden rondar los 60-80 db.
El ruido excesivo y constante, más allá de los lógicos efectos negativos
sobre la audición —tinnitus o sordera—, puede provocar otros problemas en la
salud humana, especialmente entre los más jóvenes y los más mayores. A
continuación, repasamos los principales:
Psicopatológicos
Agitación
respiratoria, aceleración del pulso, aumento de la presión arterial, dolor de cabeza y,
ante sonidos extremos y constantes, gastritis, colitis o incluso infartos.
Psicológicos
El ruido puede
provocar episodios de estrés, fatiga, depresión, ansiedad o histeria tanto en
seres humanos como en animales.
Sueño y conducta
Un ruido por
encima de los 45 dB impide conciliar el sueño o dormir correctamente
—recordemos que lo ideal según la OMS es no exceder los 30 dB—. Esto puede
influir, a posteriori, en nuestra conducta provocando episodios de agresividad o
irritabilidad.
Memoria y atención
El ruido puede
afectar a nuestra capacidad
de concentración, lo que al tiempo puede provocar bajo
rendimiento. También a la memoria, por ejemplo a la hora de estudiar.
Como dato
curioso: el oído necesita algo
más de 16 horas de reposo para compensar dos horas de exposición a 100 dB.
Organismos
internacionales como la OMS coinciden en señalar que la concienciación de la ciudadanía es fundamental
para vencer a este enemigo invisible. Por ejemplo:
realizar actividades de ocio sin generar ruido excesivo, evitar el uso del
coche y optar por alternativas como la bicicleta o el coche eléctrico, realizar
obras domésticas en los horarios recomendados, aislar los hogares con
materiales absorbentes de ruido, etc. Para ello, también se vuelve fundamental
promover la educación ambiental entre los
más pequeños.
Las administraciones también pueden tomar medidas para una adecuada
gestión ambiental del ruido que contribuya a reducir la contaminación auditiva. Por
ejemplo: proteger determinadas zonas —áreas de campo, espacios de interés
natural, parques urbanos, etc.— del
ruido, establecer normativas que contemplen medidas preventivas y correctivas
—distancia obligatoria entre zonas residenciales y focos de ruido como los
aeropuertos, multas para aquellos que superen los límites de ruido, etc.—,
aislar acústicamente los edificios de nueva construcción, crear zonas
peatonales con horarios de circulación restringidos para la carga y descarga de
mercancías, sustituir el asfalto habitual por otros más eficaces que reducen
hasta 3 dB el ruido de la calle, entre otras.
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